sábado, 10 de noviembre de 2012

ONE


Muy ocupado tras su escritorio… apuntando recetas de aquí para allá… canalizando los sonidos de su estetoscopio… -¿duele cuando hago presión aquí? Preguntó.

 Respondí - si…

 -¿Molesta cuando hago esto?- preguntó.

-Respondí que no…

Y siguió de la camilla al escritorio, buscando, recetando, pensando…

Ya puede vestirse dijo con voz apurada… y acotando que tenia que revisarme ese diminuto lunar rojizo del seno derecho y se sentó…
Me vestí a medias y me dirigí a su escritorio, me senté y solo lo observaba en silencio… con la mirada fija en sus ojos y el, sin poder notar la luz que invadía el consultorio esa tarde oscura y lluviosa, solo miraba su computador y escribía.

-¡Tráeme el informe de la señorita!- grito a la torpe secretaria que estaba en un pequeño escritorio fuera del consultorio cuando al fin terminó la receta y las indicaciones de aquella enfermedad que parecía mas psicológica que real.

Aun sin mirarme al rostro directamente y sin percatarse de mis gestos… solo me ordenaba como y cuanto tiempo siguiera aquel tratamiento, que sin lugar a dudas solo estaba repleto de vitaminas y calmantes… el sospechaba una vez mas que mi visita no era concreta… sin embargo me atendió.

Por fin subió la mirada… pero para solo observar de nuevo mi lunar rojizo del seno y observándolo con los lentes medio puestos y con un gesto de enfoque mientras yo solo me humedecí los labios esperando que por curiosidad subiera un poco mas sus ojos y me viera a la cara… así lo notaría…

-Esta consulta no la pagues, solo te revise un poco nada mas… quitándose los lentes… -Vuelve cuando lo necesites- acotó.

Me levante de aquel sillón decepcionada y dispuesta a desligarme de aquel hombre que nunca había visto mi rostro, no se por que jamás me miraba a la cara, supongo que era un mecanismo de defensa, no quería apegarse a sus pacientes como todo medico sabia que la muerte era una jueza y el solo un abogado defensor, la muerte casi siempre ganaba y era innecesario llorar y sentir cada perdida, encariñarse con sus pacientes abogué.

Aun sabiendo que no era una paciente cualquiera…

Me abotone el ultimo botón de mi vestido floreado, provocativo, hermoso, pegado a mi cuerpo que con tanta dedicación cuidaba, cada parte de mi piel, mis uñas, mi cabello, mi sonrisa… mi maquillaje… lo hice notablemente mas lento con la esperanza de ganar tiempo y que me mirara un poco mas, de que se diera cuenta de la energía que en mi fluía… energía de deseo... Eso se nota, digo… yo noto cuando alguien me desea… ¡por dios!-pensé-  ¡que hombre tan imbécil!

-todo para nada- pensé en voz baja- esta será la última vez que me maquille y arregle para ti- pensé-

¿Perdón?... ¿dijo algo?- Comentó virando los ojos hacia mi…

-Nada doctor, adiós y gracias- le dije… sin saber que se había quedado mudo al ver a su paciente mientras se iba para nunca más volver, aquella paciente que lo deseaba en silencio desde que lo vio, aquella que inventaba mil enfermedades solo para que aquel doctor la viera, se diera cuenta de su existencia, tocara su cuerpo y sintiera en un corrientazo todo lo que ella quería que el sintiera, aquella que nunca había visto a la cara y sin embargo sabia cada centímetro de su cuerpo, cada peca, cada lunar y cada espacio, pero nunca se fijo en lo hermosa y deseable que era.

-¡ESPERE SEÑORITA! – grito…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tal vez ese vestido floreado, provocativo, hermoso, pegado a tu cuerpo, cada parte de tu piel, tus uñas, tu cabello, tu sonrisa, tu maquillaje e incluso tu mirada y ese suspiro en un abrazo son los que realmente apreciaría o amaría otro hombre, que tal vez podría mirar con tus ojos y sentir con tu piel, que las ilusiones no solo sean eso mismo sino dejar su corazón en cada beso que de y que te haga sentir estar enamorada, ese podría ser tu Anónimo.