viernes, 19 de septiembre de 2008

Carta #1






Tú caballero andante…
Vives buscando señales, buscando que el tiempo te diga que hacer, cuando comenzarán a sanar tus heridas, cuando comenzarás a volar, volar de verdad…
Buscas en las miradas de tu gente, la que crees tu gente y tu mundo, un universo de posibilidades, una que otra historia que te inspire a continuar tu labor.
Extrañas estar en aquel río, aquel donde lloraste, donde sentiste, donde encontraste valor para seguir, para permitirte vivir, para incluir en tus pensamientos una gota de la esperanza que necesitabas para salir de él con tus aguas tan calmas como las suyas, como su rumbo, aquel que lo caracteriza, un rumbo continuo, un rumbo que jamás se detiene, un rumbo que jamás retrocede…
Heridas tienes, solo que si no hubieses tenido el valor de ver mas allá que el sufrimiento que causaron, no hubieses despertado tan lleno de paz como hoy…
Atareados son tus días, tus mañanas exhaustivas, tus tardes felices; la mayoría, y tus noches tan calmas como tus ojos, que aunque caídos o maltratados por el pasado están más llenos de vida que nunca, y ¡si!, quieren permanecer así.
Quieres conocer a alguien diferente cada mañana, alguien que te entienda, y de ves en cuando quisieras conocer a alguien a quien comprender.
Piensas que está bien, ya todo pasó al mirar tu reflejo en el espejo del baño, de tu sala, de tu alma…
Al mirar consigues a alguien superado, feliz, orgulloso de ser quién es para todos, pero en ti hay algo más, una historia de cabaret, una historia intelectual, una historia de un amor fallido, una historia de una gran pérdida, una historia de lágrimas mezcladas con sonrisas improvisadas, con una lengua amarrada a tu corazón, con unos labios secos y faltos de un verdadero amor… tu verdadero amor… aquel que dejaste escapar en una mañana después de apaciguar una locura. Locura que pasó, locura que fue lo más cuerdo que has podido hacer, locura que es tu locura, locura que se disfrutó, locura que se extrañó.
Una historia de hambre, de calle, de vicios, de perdón, una historia de amistades, de pasión, de fama, una historia de sueños reconstruidos, de arrepentimientos y de orgullos.
Una historia, tu historia…

Vuelves a la realidad, trabajo, casitas de porcelana y retoños de flores, esculturas, plazas, documentos, amores, pensamientos…
Flujos de rumbos, flujos de sangre que bombean un corazón esperanzado, un corazón al que muchos les encantarían conocer verdaderamente a fondo a verdadero sentir. Conocer lo que está dentro de ti. Al real, al que fuiste, al que eres y al que alguna vez podrías llegar a ser y seguir siendo para siempre.

Al fin y al cabo de eso se trata; dejar una huella en tu camino, una huella imborrable que te recuerde el porque pisaste por donde pisaste, el porque sufriste como lo hiciste, el por que has llegado donde te faltaba llegar…
Deja tu huella caballero andante, abre los brazos y siente el viento abrazándote el corazón, siente los ruidos que te cantan y un ruiseñor, siéntete de verdad alguien…


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